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Guille autocaricatura Niña pija
Entrevista realizada en noviembre de 2017 por Jordi Riera Pujal para el museo de humor gráfico Humoristán.org
 

Guille (Guillermo Martínez-Vela Fernández), nacido en Barcelona en 1983, tiene estudios de Ingeniería de Telecomunicaciones, pero siempre ha preferido trabajar más en contenidos que en asuntos técnicos. Como muchos de sus compañeros de generación, publicó sus primeros dibujos en un fanzine (Los Miserables). También dibujó para la revista universitaria de Telecomunicaciones de la Universidad Politécnica de Cataluña (Distorsió) o en blogs digitales como Tintáculo (2007). En septiembre de 2008 inició su colaboración en El Jueves, y durante los años siguientes fue dibujando páginas que comentaban la actualidad, además de crear algunas tiras propias en una página que reunía la obra de varios autores jóvenes. 

En octubre de 2010 lo contrataron en la redacción para ser la bisagra entre el consejo de redacción y el equipo de la web y para coordinar una sección de nueva creación que se saliera de la fórmula habitual. La sección acabó siendo Gas de la Risa. En esta fecha, entra también a formar parte del «consejillo» de la revista, el lugar donde se decide la línea general de la revista y el contenido de cada número. Es un órgano básicamente integrado por dibujantes, donde se suelen tomar las decisiones por unanimidad siempre que sea posible. Nombrado subdirector en la época de la dirección de Mayte Quílez, en 2016 pasó a ser el director de El Jueves. 

En esta entrevista, realizada cara a cara y a través de varios correos electrónicos, queremos incidir en cómo se creó la serie Niña Pija y en la forma de entender la práctica del humor gráfico del autor.

El autor nos habla de Piluca, la protagonista de la serie, un personaje que ya se ha hecho popular y casi «entrañable» dentro de la revista. Se trata de una niña de papá de unos diecisiete años, muy consciente de pertenecer a una clase alta que opina que cuanto menos se mezcle con la chusma, mejor. Lucirse y tener al mundo pendiente de ella es su gran objetivo en la vida. Por lo que sabemos, el humor de Guille no acaba de gustarle, y además piensa que el autor no es nada hipster y se preocupa por cosas, como la justicia social, que son del todo irrelevantes.

Desde Humoristán, queremos agradecer la generosidad y la paciencia de Guille con el autor de esta entrevista. 


 

Entrevista

 

El tema del modo de vida de la clase alta, la gente adinerada que dirige la economía del país y que, gracias a la herencia recibida, se comportan como pijos está poco tratado históricamente en el humor gráfico de este país. ¿Cómo llegaste a fijarte en este tema, cuál es tu relación con esta clase social?

Yo vengo de una familia pequeñoburguesa (microburguesa, mejor dicho) de padres y abuelos muy, muy trabajadores y de vida austera. Pasé mi infancia y mi adolescencia en un cole de pago. No era un colegio religioso, ni prohibitivamente caro, pero había un porcentaje significativo de gente de extracción muy acomodada. Mucho. Objetivamente, gente que pertenecía a las élites económicas del país. Gente cuyos padres no trabajan porque viven de rentas, etcétera. Todo esto lo viví muy de cerca durante años. Viví una adolescencia rodeado de gente más pija que yo, básicamente. No solo en el colegio, sino entre amigos de amigos del cole, incluso amigos cercanos a mi familia. En mi casa me inculcaron valores progresistas, inquietud por la justicia social… Por lo tanto, maduré como adolescente siendo testigo directo de las particularidades de la gente de mucha pasta, pero con la distancia suficiente de quien no pertenece del todo a este club. A este cóctel hay que añadir las frustraciones y afectos y odios que uno desarrolla durante los primeros años de adolescencia, cuando las chicas pasan de ti y te conviertes en espectador pasivo de los más populares de tu círculo. 

 

¿Fue en esta etapa formativa cuando empezaste a interesarte por el dibujo?

Sí, yo nunca he dejado de dibujar. Entre mis amigos he sido siempre «el que dibuja», siempre ha sido mi pasión y mi vocación. Si viviera en el pueblo de los pitufos, yo sería el pitufo dibujante. Sobre todo el dibujo humorístico es lo que siempre me ha interesado y se me ha dado bien. Astérix, Mafalda Superlópez, entre otros, fueron fundamentales en mi educación lectora. A los quince años empecé a publicar un fanzine de fotocopias con compañeros de clase que se llamaba Los Miserables. Todo cómics humorísticos. Mucha angustia adolescente y mucha locura canalizada en esas páginas. Mucha experimentación, eran mis primeros pasos en historietas mínimamente trabajadas. 

 

¿Cuándo pensaste que lo que observabas en las vidas de tus compañeros podría servirte como inspiración para hacer humor gráfico?

A los dieciséis años, en plena adolescencia, retomando lo que decía antes, se me ocurrió que podría dibujar una especie de tiras en plan Mafalda, pero protagonizadas por una Susanita (la amiga conservadora de Mafalda) adolescente, basada en una mezcla de algunas de mis compañeras de clase y sus familias, incluso algunos aspectos de mi propio entorno familiar. 

Así, en mi agenda escolar de segundo de BUP empecé a esbozar tiras protagonizadas por una niña pija, y las titulé tal cual, Niña Pija. Inicialmente, la protagonista se llamaba Susana (en honor a la Susanita de Mafalda, de Quino). Pero ya tenía las pintas de la Niña Pija de ahora: ojos cursis enormes y un físico privilegiado. Se me pasó por la cabeza que algún día podría publicarla en El Jueves, revista de la cual era lector asiduo desde los trece años. Además, en El Jueves no había ningún personaje pijo, ni tampoco muchos personajes femeninos. Fui madurando en mi cabeza la idea de que podría ser una buena serie para El Jueves, pero me faltaba oficio. Así que lo dejé para cuando hubiera aprendido más. Pero lo tenía como objetivo.

 

Finalmente, el sueño se cumplió. ¿Cómo llega Niña Pija a las páginas de El Jueves?

Quince años más tarde, cuando ya había empezado a publicar algunas páginas de actualidad en El Jueves, y cosas más fanzineras como lo que hacía para la sección Gas de la Risa, se me ocurrió que tal vez fuera el momento de lanzarme y hacer la serie que hacía tanto tiempo que tenía en mente. No es que viviera obsesionado con la idea, pero era algo que había ido aparcando y a la que veía mucho potencial. Sobre todo porque es muy habitual que las sátiras sobre pijos que se hacían por ahí se queden en el aspecto más superficial, algo por otro lado perfectamente lógico, porque lo que caracteriza esa clase social es, precisamente, la superficialidad. Pero yo quería ir más allá de la caricatura del pijo, quería hacer un retrato y sátira de las distintas facetas que caracterizan la clase acomodada española. Siempre con mi sentido del humor personal, pero basándome en realidades que he conocido y que sigo analizando de vez en cuando.

 

Con la serie, pues, no pretendes solo arrancar una sonrisa o una carcajada al lector, también tienes un objetivo de fondo como humorista…

Mi propósito era que Niña Pija fuera un retrato y también una sátira de la clase alta, que todos pudiéramos reírnos de esta gente que, en general, provoca mucha admiración. Centrado en el personaje de Piluca pero dando muy importancia a los personajes de su alrededor: la familia y las amigas, que representan arquetipos distintos dentro del pijeríoLos pijos son, en cierto modo, la hegemonía dentro de nuestra sociedad; la gente se ve reflejada en ellos, y mucha gente humilde aspira a ser como ellos e imita sus costumbres. Yo con la serie me propongo dinamitar eso, ridiculizar a los pijos y su sistema de valores. 

 

Hablas de la gente pija jovencita, y no de los pijos que ya forman plenamente parte del mundo de los adultos. ¿Por qué elegiste centrarte en esta franja de edad?

Tengo la sensación de que en la adolescencia es cuando más se nota si alguien viene de familia rica. Una persona de dieciséis o diecisiete años no puede haberse hecho millonaria por méritos propios. Además, es una época especial, donde se consolida la transmisión y recepción de valores que uno tendrá el resto de su vida, donde se forja el carácter de la persona. Hay ritos de iniciación, se asumen algunas responsabilidades, se entra en contacto con mundos nuevos, hay traumas que se arrastran a la vida adulta… Todos hemos sido adolescentes y recordamos nuestra adolescencia como una época importante y con altibajos. 

 

Ya llevas tres años con una entrega semanal sobre el tema «pijos», y no parece que la serie vaya a agotarse. ¿Qué tiene este tema que da tanto de sí?

Algo que hace que los pijos sean muy prácticos como personajes de una serie de cómic es que no cambian. Una de sus características es la perpetuación de su conjunto de valores y formalismos. Aunque cada generación de pijos pueda seguir algunas modas pasajeras, se mantienen prácticamente inalterables. Los pijos de cuando mi padre era adolescente se parecen mucho a los pijos de mi propia adolescencia, que, a su vez, se parecen a los pijos de ahora. Por definición. Hay quien ve matices, y supongo que los hay, es lógico, pero el pijo clásico sigue siendo como era, por algo es clásico. Es la tribu urbana o clase social más inmutable. Eso es un filón para un humorista. Son personajes que no están asociados a ninguna época concreta, tienen vigencia dentro de un amplio espectro de décadas. Aunque los personajes de Niña Pija vayan con smartphone, los lectores reconocen a los pijos de su propia época, son personajes fáciles de identificar basados en referentes bastante universales. Porque son fruto de una característica que define nuestra sociedad: la desigualdad y las diferencias de clase. La última crisis lo ha agudizado, bien que lo sabemos.

Otra cosa que me resulta muy cómoda es que los pijos son pura compostura, puro guardar las formas y cuidar las apariencias. Así que cualquier gag que consista en romper esta compostura ya es gracioso. Piluca, de belleza angelical y cristalina, da risa cuando pierde los papeles y hace una mueca. Es un personaje que no comprende el mundo y puede permitirse vivir en la inopia. Así que si la colocas en cualquier situación que a nosotros nos parece normal, es fácil que acabe comportándose de forma sorprendente. Y de ahí sale el humor. 

 

Eres un autor que reflexiona sobre los mecanismos del humor, no te limitas a pensar un gag y dibujarlo. ¿Qué te aporta la serie como creador?

Aparte de la crítica social, me gusta utilizar el personaje para hacer gags un poco experimentales. Me gusta jugar con las posibilidades de la viñeta y del lenguaje del cómic. Y también probar mecanismos humorísticos que me supongan algún reto. No sé si eso el lector lo nota, pero a mí es algo que me divierte mucho. 

 

¿Puedes hablarnos de cómo has pensado en los distintos caracteres de los personajes y en su representación gráfica?

Un aspecto peculiar es el diseño de personajes, en especial el de la protagonista, Piluca. Me obligué a hacerle los ojos un poco estilo anime (dentro de mis limitaciones) porque me pareció un recurso muy efectivo para retratar un tipo de expresión cursi. Me gusta que en una serie como Niña Pija cada personaje tenga un diseño muy característico y distinto a los demás, para retratar de alguna forma los distintos tipos de físico y complexión. Da lo mismo si a veces los diseños de personaje chocan o no tienen coherencia entre sí, me gusta que eso pase. 

 

¿Puedes contar alguna anécdota curiosa sobre la serie?

Cuando estrené la serie en la revista (en forma de guinda de tres páginas, aún sin continuidad semanal, para ver si gustaba a los lectores, porque mis compañeros del consejo de redacción no estaban muy convencidos con la serie) utilicé un montón de gags de los que tenía apuntados en mi agenda de segundo de BUP. Es algo de locos, pero creí que si esos chistes me hacían gracia con dieciséis años y seguían haciéndome gracia ahora, sería porque eran lo bastante buenos. 

 

Noviembre de 2017, https://humoristan.org

Traducción de la entrevista realizada originalmente en catalán