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Gargoyle's Quest Game Boy

Preguntar es lo mejor, pero deducir es más divertido. Me fascinan las deducciones insólitas que hacen los críos por su cuenta. Hay asociaciones de ideas muy puras ahí, aunque las conclusiones sean erróneas.

 

  • Yo de muy pequeño estaba convencido de que si me tragaba alguna semilla de manzana —o incluso alguna pepita de sandía— me crecería un árbol en el interior de la barriga que acabaría por desgarrarme a la que alcanzase un cierto tamaño. Y ni siquiera había visto Alien.

  • Cuando tenía 8 años creía que en Inglaterra los juegos de la Game Boy estaban en castellano, porque aquí estaban en inglés. Esta reciprocidad me parecía la única explicación posible. Por aquel entonces mi padre viajaba bastante al extranjero por trabajo, cuando me contó que le tocaba viajar a Inglaterra le pedí si me podía comprar allí mi regalo de cumpleaños: el Gargoyle's Quest en castellano. Su asombro vino acompañado de una explicación sobre geografía, producción y distribución de videojuegos que me sacó de mi error.

  • De pequeño pensaba que «la fotografía de una película» era el póster. «Tiene muy buena fotografía» para mí significaba «el cartel de la peli mola».

  • Estaba convencido de que el turrón de Jijona se hacía en Gijón.

  • De muy crío vi en la tele un programa de testimonios (tipo Nieves Herrero) donde un señor hecho polvo confesaba que tenía un problema muy grave: «bebía a diario». Todo el mundo le miraba con mucha lástima. Yo me pasé días sufriendo, porque yo también bebía cada día. Agua, claro.

  • En 3º de EGB mis padres me explicaron de dónde vienen los niños. Fui el primero de mi clase en saberlo. Al día siguiente, en el patio, se lo expliqué a mis compañeros. Esa semana en las noticias de la tele hablaban de un corruptor sexual de menores recientemente detenido. Interpreté que, como yo le había explicado lo del sexo a varios menores de edad (mis compañeros de 3º B), eso me convertía en corruptor de menores y que me iban a meter en la cárcel por ello. Pasé varios días preocupado, luego se me olvidó.

  • De pequeño pensaba que el idioma chino consistía exactamente en el castellano sustituyendo erres por eles.

  • Cuando era preadolescente, recuerdo una conversación a solas con mi padre. Él conducía, yo iba en el asiento de copiloto (tendría poco más de 12 años, pues). Me hablaba de la historia de su familia, de las dificultades de la posguerra, de familiares que nunca he conocido. Me habló de una tía suya: «Era comadrona.» Silencio. Añadió, muy serio: «¿Sabes lo que es?» Yo no lo sabía, pero ese tono serio —que no era más que solemnidad— lo interpreté como vergüenza. Así que, cabizbajo, respondí: «Sí...» Y yo interpreté que comadrona era PUTA.

  • De crío pensaba que los hechiceros de fantasía y los prestidigitadores de la tele, ambos llamados «magos», tenían que ser capaces de hacer la misma magia. No entendía por qué los magos de la tele nos aburren con trucos de cartas, ¡que invoquen dragones!

  • De pequeño pensaba que «crol», el estilo de natación, era una palabra muy catalana. Ya de adolescente me enteré que la palabra era «crawl», «reptar» en inglés.

  • De crío, apenas entrada la pubertad, estaba convencido de que los negros tenían el semen de color negro.

  • Cuando era pequeño en casa dábamos ropa a beneficencia cada año. La metíamos en unas bolsas de plástico ad hoc en las que ponía «CARITAS» y las llevábamos al colegio, que las entregaba a la parroquia de turno. Yo estaba convencido de que lo de «CARITAS» hacía referencia a las caritas tristes de los niños pobres.

  • Yo, chaval de Barcelona, durante bastante tiempo creí que la Universidad Complutense se llamaba así porque tenían computadoras.

  • De pequeño estaba convencido de que Vigo era Vic en castellano.

  • En el Pressing Catch de Telecinco había un luchador barbudo y gordinflón al que el locutor llamaba Terremoto Hercuey. Yo creía que Hercuey era un apellido castellano, con solera. Años después me enteré de que era Earthquake. De hecho, en la versión original estadounidense el luchador se llamaba Earthquake a secas.

  • De muy joven estaba convencido de que el nombre de ese champán tan caro del que hablaban los adultos era Don Periñón. Un nombre castizo parecido a Don Simón.

  • En mi adolescencia temprana una persona de mi familia se doctoró y me mostró su tesis: un tochaco sobriamente encuadernado. Años después, cuando en Historia dimos que Lutero clavó sus 95 tesis en la puerta de la iglesia de Wittenberg yo interpreté que clavaba 95 tochacos, uno a uno.

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